La Cueva
-¡No! ¡Max! No lo hagas, no sabemos que le pasara en aquel
lugar
El eco de una voz chillona y aguda retumbaba en aquel lugar
oscuro donde apenas entraba la luz a lo lejos, una pequeña luz que se notaba
por la salida. La voz recorría cada parte de aquella cueva llena de grandes
rocas y una neblina, esta se encontraba debajo de la tierra, de la superficie.
Un camino que indicaba que no muy lejos se encontraba un rió de agua dulce
que fluye con continuidad, desembocando en un lago a unos kilómetros de allí.
-Debemos hacerlo, así estará a salvo de la maldición. Amy…
Se volvió a escuchar otra voz menos aguda y más grave, no
tan chillona como la anterior sino un poco más normal que retumbaba entre las paredes húmedas del aire y
la corriente del rio. Las paredes llenas de un gran verde moho y hongos cubrían
gran parte del interior de la cueva, una pequeña gotera que caía desde una
grieta se escuchaba un poco más al fondo generando un suave eco.
Los dragones eran criaturas fantásticas, maravillosas,
majestuosas y grandiosas. Considerado como poseedores de gran sabiduría y
conocimientos. Fuertes, resistentes y feroces con su habilidad de lanzar fuego y capacidad
de volar. Podían vivir más de 400 años y se encuentran cuevas, lagos, pantanos
o montañas. Eran muy pocos los que se acercaban a esos lugares, a esas cuevas
por el miedo a cruzarse con algunos. Muchos dragones habitaban en aquellos
lugares y los utilizaban como refugio para sus crías y vivir en cuevas.
-Date prisa Max. El
dragón puede regresar en cualquier momento y no hay cazadores cerca o alguien
que nos salve.
Max y Amy eran unos pequeños duendes que apenas se les
notaban sus orejas finas, rosadas y puntiagudas a diferencia otros duendes; tenían
largos pies, su tamaño era más o menos un metro de largo o más, con cada uno
podría varias, otros eran más largos o más bajos. Su melena era de color marrón con un corte
bajo y por encima de las orejas, no lo usaban por el trabajo que llevaban. Los
duendes vestían un atuendo muy particular, un chaleco de mangas cortas y
colores oscuros, un cinturón negro que rodeaba su flaca cintura y como sus pies
eran más largos que los de los humanos, usaban botas de fieltro para no
lastimarse. No usaban cuero, para ellos estaba prohibido matar a un animal para
uso propio, era una ley antigua de sus ancestros, los duendes amaban la
naturaleza y todo lo que estaba en ella era bendecido, amado y respetado por
ellos.
Max y Amy pertenecían a una familia de duendes muy humildes
por sus tradiciones que igual que muchos vivían en una colina de flores de
muchos tipos como Tulipanes, Jazmines, Claveles y otras de diferentes colores. Su hogar era el
interior de un gran árbol con forma de trébol, lo llamaban Big Tree por sus
grandes ramas, hojas verdes y su tallo; Max tenía 250 años y Amy 200 años, aun
no llegaban a la madurez, para los duendes a los 400 años ya eran adultos y su
vejez era a los 600 años. Se decía que hace años otros duendes llegaban a vivir
1000 años más, solo que con el tiempo fueron disminuyendo sus años.
En uno de los libros más antiguos de la tierra de la tierra de Borjhan, contenía
una leyenda dividida en dos partes, una decía: “Dentro de un fuerte, puro y
gran dragón yacía un corazón que podía volver inmortal al que lo tuviera”. La segunda parte no había sido encontrada
nunca, estaba perdida y solo una persona lo sabía y nadie lo había vuelto a
ver, solo creyeron en la primera parte y no le dieron importancia lo que
seguía.
Así como se necesitaba un dragón puro y fuerte, también se
necesitaba de alguien muy puro, valiente corazón. Muy pocos duendes, centauros
o humanos, entres otras criaturas que vivían en Borjhan tenían esas
características, algunos eran codiciosos por el oro, eran nobles pero su
codicia los hacia impuros. Por muchos años, todos buscaron la segunda parte de
la leyenda de aquel libro que contaba sobre el dragón esperando alguna otra
pista, pero no lo conseguían, intentaban matando a varios dragones fuertes y
puros, pero fracasaron uno tras otros desistiendo de la idea de poder
encontrarlo.
Todo cambio cuando la tierra Borjhan fue invadido por hombres oscuros
que usaban magia negra y demonios, eran llamados Magos Oscuros. Muchos huyeron
y se escondieron y otros terminaron siendo esclavos, los cuatro magos invocaban
demonios y tenían la habilidad de controlar cada uno un elemento como Aire,
Agua, Tierra y Fuego.
-Max, ¿Sabes dónde está? ¿Seguro que es la llave y no la
equivocada?
Los pequeños duendes seguían entrando por la cueva buscando
una habitación que contenía una puerta mágica. Se escuchó un ruido a lo lejos y
los dos se detuvieron con el miedo de ser vistos por un dragón, se acercaron
lentamente en puntillas sin hacer algún ruido que los delatara tratando de
seguir el camino, otro golpe seco se volvió a escuchar detrás de ellos, detrás
de una roca que para ellos era grande. Amy agarro fuerte el brazo de Max deteniendo
su respiración para no alterarse, ella sabía que Max se cercaría y iba a
observar lo que era.
-Todo estará bien, Amy- Susurró, un bocado de aire lo hizo suspirar
dándole valor para seguir adelante y observar lo que era.
Max salió haciendo el menor ruido posible para evitar ser
visto, no lograba ver nada, pero algo estaba allí afuera y era enorme. Un nuevo
ruido como el suspiro de un dragón se había escuchado, Max logro ver a través
de una grieta, lo que estaba no era un dragón era un unicornio, estos rara vez
eran vistos por estos lados.
Lo unicornios eran criaturas muy curiosas, sus
características eran las de un caballo, con patas de antílope. Una pequeña
barbilla y un cuerno muy particular situado en el centro de su cabeza, del cual
se ha dicho por mucho tiempo que cuenta con poderes mágicos. Se dice que tiene
grandes poderes, pueden purificar el agua y hacerla potable, incluso puede
alargar la vida y curar heridas pero solo reduciendo el cuerno a un simple
polvo. Eran criaturas fabulosas, se dice que eran capaces de derrotar criaturas
con el doble de su tamaño. Eran muy solitarios, viven apartados del resto de
otros animales o criaturas y son muy respetados. Existen leyendas que dicen que
los unicornios son criaturas tan brillantes que solo se dejan ver por los puros
de corazón y solo aquellos hechos de bondad y ternura podían tocarlos.
-No es nada Amy, es un Unicornio. Ven acá
Aliviado le hizo señas a Amy para que se tranquilizara y no
despertara a la pequeña que estaba en la diminuta cesta que llevaba en sus
manos que eran pequeñas como las de un niño. Amy se acercó a Max y al Unicornio
sonriendo y acaricio su costado, lo único que podía alcanzar por su estatura. Resonó
nuevamente otro ruido detrás de ellos, un dragón había llegado y delante de él
corriendo otro duende más pequeño que ellos dos llego a su lado asustado. Estaba muy pálido,
temblaba y su respiración era tan
acelerada como la del dragón que llegado. Estaba tan asustado que no podía
pronunciar bien las palabras o tratar de decir alguna para calmarse.
-¿Rhalf? Tú no puedes estar aquí debes irte –decía Amy
asustada.
Rhalf era el hermano menor de Amy quien los había seguido
desde la aldea, era curioso y le gustaban las aventuras, el pequeño duende al
verlos huir con la niña los siguió por todo el camino con cautela para no ser
visto.
Max, Rhalf y Amy quien llevaba la pequeña cesta con la niña
humana adentro, tuvieron que salir en silencio siguiendo el camino para no ser
visto por el dragón, sin en algo eran buenos los duendes era en pasar
desapercibidos. En aquel intento de encontrar lo que solo una vez fue vista,
una habitación que contenía una puerta mágica que llevaba a otro mundo de
humanos, distinto a este, desistieron de la idea y decepcionados, tristes se
detuvieron pensando que hacer para salir por el dragón. No creían que hubiera
alguna forma de encontrarla, de hallar la habitación buscada, estaban muy
perdidos en una cueva que no podía salir.
Amy estaba agotada, cansada y ya no
podía cargar con la pequeña cesta y la niña humana con ella, sus brazos le
pedían descanso, justo allí de frente a
ella había una roca. Amy se sentó sobre ella para descansar un poco sus pies
cansados de tanto caminar y al hacerlo la roca se movió haciendo que ella de un
salto se levantara asustada. La roca se elevo por los aires y saliendo de ella
un acertijo volaba entre los aires. Aquel acertijo decía: "Cuando la
entrada yo les prohíbo, son muchos golpes los que recibo".
Todos se miraron unos contra otros, Max sentía que sabía
aquella respuesta pero no recordaba cual era, estaba seguro que visto ese
acertijo antes en alguna parte, pero no recordaba la respuesta. Amy y Rhalf se
miraban uno a otro tratando de explicarse aquello que estaba escrito en los
aires. Max en una especie de trance se acercaba con pasos lentos a la pared que
tenia atrás Amy, colocando su mano en aquella fría, dura, hecha de roca. Una
puerta apareció en aquel momento dejando a los tres sorprendidos.
-La puerta. Le respuesta era… La puerta- Dijo Max
sorprendido de el mismo, por lo que acababa de hacer en aquel momento y por
haber resuelto el acertijo.
Max había conseguido lo que tanto buscaban y podían cumplir
lo prometido. Amy y Rhalf se miraron y dejaron sonrisas de la emoción de
haberlo encontrado, gracias a Max. Rlalf un no entendía el porque aquella
búsqueda, pensaba que era una salida para saltar al dragón que estaba en la
entrada.
Abrieron la
puerta de piedra ágata de fuego, de color Marrón irisado,
aquello significaba energía, seguridad y fuerza. Ella elimina el miedo, los
deseos ansiosos y destructivos de aquel que pasaba. Su era brillante tanto que
llegaba a iluminar la habitación. Su tamaño era cuatro veces de un duende y en
el medio de ambas partes un dragón tallado en ellas se encontraba.
Pasaron entre ellas comenzando a recorrer un
túnel lleno de penumbra. El tune no era tan largo, incluso se podía ver a lo
lejos la habitación y en el medio una puerta.
La
habitación estaba pintada de blanco, estaba vacia, al pronunciar algo un eco mayor se
escuchaba dentro de ella, apenas en el techo había una pequeña lámpara que
iluminaba el lugar. En una de las paredes de la habitación se encontraba la
puerta, más o menos como dos metros de largo, que los conduciría a un mundo
donde solo habitaban humanos y otras especies que para los pequeños duendes era
totalmente desconocida.
Los duendes
siguieron el camino hasta ella, la observaron bien por un momento, era una
puerta de color blanco, casi no podría verse por su alrededor, esta era más
brillante que el oro, su madera era fina de acebo. La puerta tenía más de 3.000
años y no era encontrada desde mucho. Aun lado de la puerta había un pergamino
con un escrito de color rojo sangre. Fue colocado allí justo el día que fue
creada la puerta. Max se acerco a leerlo, aquello decía: “Solo aquel que sea
noble, puro de corazón podrá cruzar esta puerta, aquel que intente cruzarla con
el corazón lleno de codicia será consumido por el fuego”. Max trago grueso y
algo amargo, sabían que debían hacerlo por la niña. Saco la llave de su
bolsillo y la introdujo en la manilla de la puerta. Dio un giro y la abrió un
poco.
Una luz
blanca invadía en los adentros de la puerta, Amy miro a Max con nerviosismo acercándose
con la niña en sus brazos.
-Max, esto
no me gusta ¿crees que estaremos bien?
Max se
acerco a Amy sonriente, no quería demostrar el temor que sentía al cruzar esa
puerta, aunque estaba seguro en su interior que cruzarían sin algún problema.
-No tenemos
opción amy, debemos hacerlo por la niña, se nos dejo esta misión, el confía en
nosotros y no podemos fallarle.
Amy asintió
confiando en las palabras de Max, pero había un problema, estaba Rhalf entre
ellos. Rhalf era muy joven y además entrometido, para ellos eso era una
preocupación, no conocían el corazón de Rhalf, de hecho no sabían qué pasaría
con ellos al cruzar. Max tomo la decisión de ir solo, Amy se quedaría con Rhalf
y el tomaría el riesgo con la niña. Sabía que Heaven no tendría problemas al
pasar, ellos sabían que ella podría entrar y salir con facilidad.
-No puedo
arriesgarlos a cruzar esa puerta. Amy sabes que debo ir solo, tú quédate con
Rhalf.
Amy también
lo sabía y solo se acerco a besar su suave y limpia mejilla de él, dando como
aceptando su decisión. Le dio a la niña en sus brazos y se aparto. Rhalf sentía
un poco de pena, en su mente se decía que tal vez si no los hubiera no tendrían
que separarse. Max termino de abrir la puerta completamente y lentamente fue
cruzando hasta desaparecer, lo había logrado y ahora se sabía que noble de corazón y el segundo duende en
cruzarla.
Al otro
lado, Max pensó que desvanecía en una neblina, algo como en varias nubes
blancas cada vez que daba un paso, teniendo la niña bien sujeta en sus brazos
siguió. De pronto, apareció un suelo lizo de cerámica color marrón oscuro y una
habitación con objetos humanos. Max se preguntaba donde estaba, aquello para él
era desconocido, volteo pero la puerta blanca no estaba, había cambiado por una
de caoba más vieja. No tuvo otra opción que seguir adelante caminando a aquella
que tenía en frente, una puerta en mejor estado. La abrió observando un pasillo
que estaba en frente, lo siguió con pasos cortos y haciendo un silencio total,
la niña dormía una larga siesta en sus brazos. Al lado derecho del pasillo se
encontró con unas largas escaleras. Las bajo lo más rápido posible para él
llegando hasta la puerta principal de la casa. Un ruido que provenía cerca hizo
que Max dejaba en el suelo a Heaven, allí la encontrarían. Corrió de nuevo a la
habitación de los objetos humanos y abrí la puerta vieja entrando en ella,
regresando nuevamente a la neblina blanca. Max fue muy rápido, habría deseado
poder darle un último abrazo a la pequeña Heaven pero era tarde alguien se
acercaba y debía irse o lo verían.
Genial... de verdad q si!
ResponderBorrarMuy atrayente y atrapa esa historia, felicidades
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