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4/06/2015

Prologo

La Cueva

-¡No! ¡Max! No lo hagas, no sabemos que le pasara en aquel lugar

El eco de una voz chillona y aguda retumbaba en aquel lugar oscuro donde apenas entraba la luz a lo lejos, una pequeña luz que se notaba por la salida. La voz recorría cada parte de aquella cueva llena de grandes rocas y una neblina, esta se encontraba debajo de la tierra, de la superficie. Un camino que indicaba que no muy lejos se encontraba un rió de agua dulce que fluye con continuidad, desembocando en un lago a unos kilómetros de allí.

-Debemos hacerlo, así estará a salvo de la maldición. Amy…

Se volvió a escuchar otra voz menos aguda y más grave, no tan chillona como la anterior sino un poco más normal que  retumbaba entre las paredes húmedas del aire y la corriente del rio. Las paredes llenas de un gran verde moho y hongos cubrían gran parte del interior de la cueva, una pequeña gotera que caía desde una grieta se escuchaba un poco más al fondo generando un suave eco.

Los dragones eran criaturas fantásticas, maravillosas, majestuosas y grandiosas. Considerado como poseedores de gran sabiduría y conocimientos. Fuertes, resistentes y  feroces con su habilidad de lanzar fuego y capacidad de volar. Podían vivir más de 400 años y se encuentran cuevas, lagos, pantanos o montañas. Eran muy pocos los que se acercaban a esos lugares, a esas cuevas por el miedo a cruzarse con algunos. Muchos dragones habitaban en aquellos lugares y los utilizaban como refugio para sus crías y vivir en cuevas.

-Date prisa Max.  El dragón puede regresar en cualquier momento y no hay cazadores cerca o alguien que nos salve.

Max y Amy eran unos pequeños duendes que apenas se les notaban sus orejas finas, rosadas y  puntiagudas a diferencia otros duendes; tenían largos pies, su tamaño era más o menos un metro de largo o más, con cada uno podría varias, otros eran más largos o más bajos.  Su melena era de color marrón con un corte bajo y por encima de las orejas, no lo usaban por el trabajo que llevaban. Los duendes vestían un atuendo muy particular, un chaleco de mangas cortas y colores oscuros, un cinturón negro que rodeaba su flaca cintura y como sus pies eran más largos que los de los humanos, usaban botas de fieltro para no lastimarse. No usaban cuero, para ellos estaba prohibido matar a un animal para uso propio, era una ley antigua de sus ancestros, los duendes amaban la naturaleza y todo lo que estaba en ella era bendecido, amado y respetado por ellos.

Max y Amy pertenecían a una familia de duendes muy humildes por sus tradiciones que igual que muchos vivían en una colina de flores de muchos tipos como Tulipanes, Jazmines, Claveles y otras  de diferentes colores. Su hogar era el interior de un gran árbol con forma de trébol, lo llamaban Big Tree por sus grandes ramas, hojas verdes y su tallo; Max tenía 250 años y Amy 200 años, aun no llegaban a la madurez, para los duendes a los 400 años ya eran adultos y su vejez era a los 600 años. Se decía que hace años otros duendes llegaban a vivir 1000 años más, solo que con el tiempo fueron disminuyendo sus años.   

En uno de los libros más antiguos de la tierra de la tierra de Borjhan, contenía una leyenda dividida en dos partes, una decía: “Dentro de un fuerte, puro y gran dragón yacía un corazón que podía volver inmortal al que lo tuviera”.  La segunda parte no había sido encontrada nunca, estaba perdida y solo una persona lo sabía y nadie lo había vuelto a ver, solo creyeron en la primera parte y no le dieron importancia lo que seguía.

Así como se necesitaba un dragón puro y fuerte, también se necesitaba de alguien muy puro, valiente corazón. Muy pocos duendes, centauros o humanos, entres otras criaturas que vivían en Borjhan tenían esas características, algunos eran codiciosos por el oro, eran nobles pero su codicia los hacia impuros. Por muchos años, todos buscaron la segunda parte de la leyenda de aquel libro que contaba sobre el dragón esperando alguna otra pista, pero no lo conseguían, intentaban matando a varios dragones fuertes y puros, pero fracasaron uno tras otros desistiendo de la idea de poder encontrarlo.

Todo cambio cuando la tierra Borjhan fue invadido por hombres oscuros que usaban magia negra y demonios, eran llamados Magos Oscuros. Muchos huyeron y se escondieron y otros terminaron siendo esclavos, los cuatro magos invocaban demonios y tenían la habilidad de controlar cada uno un elemento como Aire, Agua, Tierra y Fuego.

-Max, ¿Sabes dónde está? ¿Seguro que es la llave y no la equivocada?

Los pequeños duendes seguían entrando por la cueva buscando una habitación que contenía una puerta mágica. Se escuchó un ruido a lo lejos y los dos se detuvieron con el miedo de ser vistos por un dragón, se acercaron lentamente en puntillas sin hacer algún ruido que los delatara tratando de seguir el camino, otro golpe seco se volvió a escuchar detrás de ellos, detrás de una roca que para ellos era grande. Amy agarro fuerte el brazo de Max deteniendo su respiración para no alterarse, ella sabía que Max se cercaría y iba a observar lo que era.
-Todo estará bien, Amy-  Susurró, un bocado de aire lo hizo suspirar dándole valor para seguir adelante y observar lo que era.

Max salió haciendo el menor ruido posible para evitar ser visto, no lograba ver nada, pero algo estaba allí afuera y era enorme. Un nuevo ruido como el suspiro de un dragón se había escuchado, Max logro ver a través de una grieta, lo que estaba no era un dragón era un unicornio, estos rara vez eran vistos por estos lados.

Lo unicornios eran criaturas muy curiosas, sus características eran las de un caballo, con patas de antílope. Una pequeña barbilla y un cuerno muy particular situado en el centro de su cabeza, del cual se ha dicho por mucho tiempo que cuenta con poderes mágicos. Se dice que tiene grandes poderes, pueden purificar el agua y hacerla potable, incluso puede alargar la vida y curar heridas pero solo reduciendo el cuerno a un simple polvo. Eran criaturas fabulosas, se dice que eran capaces de derrotar criaturas con el doble de su tamaño. Eran muy solitarios, viven apartados del resto de otros animales o criaturas y son muy respetados. Existen leyendas que dicen que los unicornios son criaturas tan brillantes que solo se dejan ver por los puros de corazón y solo aquellos hechos de bondad y ternura podían tocarlos.

-No es nada Amy, es un Unicornio. Ven acá

Aliviado le hizo señas a Amy para que se tranquilizara y no despertara a la pequeña que estaba en la diminuta cesta que llevaba en sus manos que eran pequeñas como las de un niño. Amy se acercó a Max y al Unicornio sonriendo y acaricio su costado, lo único que podía alcanzar por su estatura. Resonó nuevamente otro ruido detrás de ellos, un dragón había llegado y delante de él corriendo otro duende más pequeño que ellos dos  llego a su lado asustado. Estaba muy pálido, temblaba  y su respiración era tan acelerada como la del dragón que llegado. Estaba tan asustado que no podía pronunciar bien las palabras o tratar de decir alguna para calmarse.

-¿Rhalf? Tú no puedes estar aquí debes irte –decía Amy asustada.

Rhalf era el hermano menor de Amy quien los había seguido desde la aldea, era curioso y le gustaban las aventuras, el pequeño duende al verlos huir con la niña los siguió por todo el camino con cautela para no ser visto. 

Max, Rhalf y Amy quien llevaba la pequeña cesta con la niña humana adentro, tuvieron que salir en silencio siguiendo el camino para no ser visto por el dragón, sin en algo eran buenos los duendes era en pasar desapercibidos. En aquel intento de encontrar lo que solo una vez fue vista, una habitación que contenía una puerta mágica que llevaba a otro mundo de humanos, distinto a este, desistieron de la idea y decepcionados, tristes se detuvieron pensando que hacer para salir por el dragón. No creían que hubiera alguna forma de encontrarla, de hallar la habitación buscada, estaban muy perdidos en una cueva que no podía salir.

Amy estaba agotada, cansada y ya no podía cargar con la pequeña cesta y la niña humana con ella, sus brazos le pedían descanso,  justo allí de frente a ella había una roca. Amy se sentó sobre ella para descansar un poco sus pies cansados de tanto caminar y al hacerlo la roca se movió haciendo que ella de un salto se levantara asustada. La roca se elevo por los aires y saliendo de ella un acertijo volaba entre los aires. Aquel acertijo decía: "Cuando la entrada yo les prohíbo, son muchos golpes los que recibo".

Todos se miraron unos contra otros, Max sentía que sabía aquella respuesta pero no recordaba cual era, estaba seguro que visto ese acertijo antes en alguna parte, pero no recordaba la respuesta. Amy y Rhalf se miraban uno a otro tratando de explicarse aquello que estaba escrito en los aires. Max en una especie de trance se acercaba con pasos lentos a la pared que tenia atrás Amy, colocando su mano en aquella fría, dura, hecha de roca. Una puerta apareció en aquel momento dejando a los tres sorprendidos.

-La puerta. Le respuesta era… La puerta- Dijo Max sorprendido de el mismo, por lo que acababa de hacer en aquel momento y por haber resuelto el acertijo.

Max había conseguido lo que tanto buscaban y podían cumplir lo prometido. Amy y Rhalf se miraron y dejaron sonrisas de la emoción de haberlo encontrado, gracias a Max. Rlalf un no entendía el porque aquella búsqueda, pensaba que era una salida para saltar al dragón que estaba en la entrada.

Abrieron la puerta de piedra ágata de fuego, de color Marrón irisado, aquello significaba energía, seguridad y fuerza. Ella elimina el miedo, los deseos ansiosos y destructivos de aquel que pasaba. Su era brillante tanto que llegaba a iluminar la habitación. Su tamaño era cuatro veces de un duende y en el medio de ambas partes un dragón tallado en ellas se encontraba.
Pasaron entre ellas comenzando a recorrer un túnel lleno de penumbra. El tune no era tan largo, incluso se podía ver a lo lejos la habitación y en el medio una puerta.

La habitación estaba pintada de blanco, estaba  vacia, al pronunciar algo un eco mayor se escuchaba dentro de ella, apenas en el techo había una pequeña lámpara que iluminaba el lugar. En una de las paredes de la habitación se encontraba la puerta, más o menos como dos metros de largo, que los conduciría a un mundo donde solo habitaban humanos y otras especies que para los pequeños duendes era totalmente desconocida.

Los duendes siguieron el camino hasta ella, la observaron bien por un momento, era una puerta de color blanco, casi no podría verse por su alrededor, esta era más brillante que el oro, su madera era fina de acebo. La puerta tenía más de 3.000 años y no era encontrada desde mucho. Aun lado de la puerta había un pergamino con un escrito de color rojo sangre. Fue colocado allí justo el día que fue creada la puerta. Max se acerco a leerlo, aquello decía: “Solo aquel que sea noble, puro de corazón podrá cruzar esta puerta, aquel que intente cruzarla con el corazón lleno de codicia será consumido por el fuego”. Max trago grueso y algo amargo, sabían que debían hacerlo por la niña. Saco la llave de su bolsillo y la introdujo en la manilla de la puerta. Dio un giro y la abrió un poco.

Una luz blanca invadía en los adentros de la puerta, Amy miro a Max con nerviosismo acercándose con la niña en sus brazos.

-Max, esto no me gusta ¿crees que estaremos bien?

Max se acerco a Amy sonriente, no quería demostrar el temor que sentía al cruzar esa puerta, aunque estaba seguro en su interior que cruzarían sin algún problema.
-No tenemos opción amy, debemos hacerlo por la niña, se nos dejo esta misión, el confía en nosotros y no podemos fallarle.

Amy asintió confiando en las palabras de Max, pero había un problema, estaba Rhalf entre ellos. Rhalf era muy joven y además entrometido, para ellos eso era una preocupación, no conocían el corazón de Rhalf, de hecho no sabían qué pasaría con ellos al cruzar. Max tomo la decisión de ir solo, Amy se quedaría con Rhalf y el tomaría el riesgo con la niña. Sabía que Heaven no tendría problemas al pasar, ellos sabían que ella podría entrar y salir con facilidad.

-No puedo arriesgarlos a cruzar esa puerta. Amy sabes que debo ir solo, tú quédate con Rhalf.

Amy también lo sabía y solo se acerco a besar su suave y limpia mejilla de él, dando como aceptando su decisión. Le dio a la niña en sus brazos y se aparto. Rhalf sentía un poco de pena, en su mente se decía que tal vez si no los hubiera no tendrían que separarse. Max termino de abrir la puerta completamente y lentamente fue cruzando hasta desaparecer, lo había logrado y ahora se sabía que  noble de corazón y el segundo duende en cruzarla.

Al otro lado, Max pensó que desvanecía en una neblina, algo como en varias nubes blancas cada vez que daba un paso, teniendo la niña bien sujeta en sus brazos siguió. De pronto, apareció un suelo lizo de cerámica color marrón oscuro y una habitación con objetos humanos. Max se preguntaba donde estaba, aquello para él era desconocido, volteo pero la puerta blanca no estaba, había cambiado por una de caoba más vieja. No tuvo otra opción que seguir adelante caminando a aquella que tenía en frente, una puerta en mejor estado. La abrió observando un pasillo que estaba en frente, lo siguió con pasos cortos y haciendo un silencio total, la niña dormía una larga siesta en sus brazos. Al lado derecho del pasillo se encontró con unas largas escaleras. Las bajo lo más rápido posible para él llegando hasta la puerta principal de la casa. Un ruido que provenía cerca hizo que Max dejaba en el suelo a Heaven, allí la encontrarían. Corrió de nuevo a la habitación de los objetos humanos y abrí la puerta vieja entrando en ella, regresando nuevamente a la neblina blanca. Max fue muy rápido, habría deseado poder darle un último abrazo a la pequeña Heaven pero era tarde alguien se acercaba y debía irse o lo verían.

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